sábado, 4 de septiembre de 2010

Use me, I don't need your sympathy. Take one.

-¿Me quieres?
Separa sus labios de los tuyos para preguntártelo. La miras a los ojos, y la respuesta cruza rápidamente por tu cabeza. Pero no, no puedes decir eso. No puedes porque todas esas sensaciones que hace un momento estaban electrizando tu piel se acabarían, se irían dejando su idílico perfume como única prueba de lo que ha pasado hoy aquí. El calor... Ese calor es indescriptible, y ¿cómo renunciar a él? Se siente demasiado bien. No sabes muy bien cómo llegó hasta tí y porqué demonios te pregunta eso si os conocisteis veinte minutos antes. Luego, diez de miradas hambrientas y cinco de charla sobre de qué conocéis a la novia o al novio poniendo la voz más sugerente que podéis. Después, le mordiste el labio y ella lamió tu lengua, lo que se convirtió en un ciclo que repetisteis varias en cada uno de los rincones y detrás de cada cortina que encontrasteis de camino a los baños. No fue un momento mágico, no es la cumbre del romanticismo. Es aquí y ahora. La estás usando, y ella a ti, sólo para olvidar la soledad durante una noche. Y ahora, te ha dejado desconcertado. Pero que no lo note. La miras a los ojos, como si estuvieras alargando la respuesta para darle más emoción cuando en realidad no sabes ni cómo contestar. Pero el calor es demasiado agradable. Dos idiotas solitarios que se refugian esta noche en los labios del otro. No, no la quieres . Pero no, no quieres que se acabe el momento, porque fuera hace un frío que te cagas. Entonces, ¿Que le dices? Pues lo mismo que le dice un hombre con dos penes a su sastre cuando le pregunta si carga hacia la izquierda o hacia la derecha:
-Si.
(Thanks, Lucky number Slevin)