domingo, 29 de enero de 2012

Symphony of dead poetry

Tan cruel, rápido e implacable como un disparo en la cabeza.
Miles de luces brillando a mi alrededor, cegándome, como si el puto universo estuviera implosionando, como si hubiera metido la cabeza en un tarro lleno de luciérnagas. Sonidos que sería incapaz de describir sobrio, más fuerte que una explosión nuclear y más relajante que el sonido de un violín. Vibrante, jodidamente increíble. No puedo más. No, no, no es un violín, es una orquesta, un montón de sensaciones al unísono que hacen que mi cerebro colapse, tiemble, se estremezca. El resto del cuerpo tiene poco más que decir, porque con ese barullo melódico de diez mil cosas en la cabeza es imposible ser consciente de nada más. Al menos, yo no puedo.
Estoy maravillado, a pesar de hacer esfuerzos sobrehumanos para ignorar el dolor. Inspira, espira, tensa relaja... Ni para eso hay tiempo, feroz como un tigre a cámara lenta, pero tan rápido que ni siquiera alcanzo a comprender lo que está pasando. Pero es exactamente lo que parece.
Un disparo en la cabeza.

viernes, 27 de enero de 2012

right nowhere


Algo me destrozó los huesos anoche. Me quedé hecho mierda en el sofá, sintiendo el contacto con mi piel como si estuviera hecho de ceniza. Tuve un sueño tan real como un puñetazo en la boca del estómago, como un disparo en el páncreas. Estuve quieto toda la noche, con la cabeza dando vueltas más allá de los confines del espacio-tiempo y los pies anclados al parquet como si los tuviese fundidos. Pasó un día, dos, una semana, un mes, quince años, veinte, cuarenta... y cuando me quise dar cuenta habían pasado quince minutos y mi cerveza estaba derramada por todo el suelo. Algo me hizo perder la noción del tiempo.
Algo me mató, a plena luz del día, en mitad de la plaza. Me acuchilló los pulmones y no pude hacer nada más que cederle el sitio a mi derecha. Algo tan muerto como la vida misma, tan gris como un patio de un colegio de los años 90,

Algo tan jodido como un beso en la frente.

miércoles, 25 de enero de 2012

Gold in chains

Creo que he visto algo diabólico en tu mirada. Algo extraño, algo que quemaba como una puta supernova, como meter la mano en la sartén. Algo que, al verlo, me ha destrozado el iris, la retina el nervio óptico, el cerebro, el alma, el corazón. Algo más aterrador que la noche, más que la oscuridad, más que las llamas del infierno. Si, eso es. Las llamas del infierno en tu mirada.
Tengo esa certeza, lo tengo claro. Lo he visto. Puede que el bourbon me lo haya enseñado, pero sé lo que he visto. Podría contárselo a todo el mundo, pero nadie lo creería.
He visto un mundo en tus ojos, ardiente, apasionado. Ha sido como un paseo por el sótano de tu subconsciente, de lo más profundo de ti. Observar sin pudor todas esas sombras que se agazapan en lo profundo de ti y se esconden durante todo el día, para que nunca las veas. Creo que ni tu eres consciente de lo que he visto ahí dentro.
El Hades.
Y me encanta.

viernes, 20 de enero de 2012

Unable to fear

Todo está planeado, perfectamente planeado. Nada puede salir mal. Sonrío con un aire de maldad que queda más teatral que maquiavélico. ¿Qué le voy a hacer? Soy un romántico del homicidio.
Cae la noche, empujo la puerta del portal. Quince escalones que subo lo más silenciosamente que puedo mientras la luna alumbra tenuemente mi cara, salpicada de muecas de impaciencia. Pero así se hacen las cosas: Lento, pausado, constante. Es la espera, la mejor parte. Narrar mentalmente lo que va a pasar, porque todo está bajo tu control. Te sientes como el amo, el maestro, un dios demonizado. Me asomo a la puerta. Como cada día, ella estará a punto de llegar. Me escondo tras la columna, acariciando el yeso con una parsimonia casi poética. Saboreo la espera.
Y ella aparece, subiendo cansada las escaleras. Un día duro en el trabajo, imagino. Esta sorpresa hará que no le haya parecido tan malo como cualquier otro día de su vida. Abre la puerta. Salgo de mi escondite. Me mira y me saluda. Que amable. Entra en su casa. Meto el pie antes de que la puerta se cierre. Me vuelve a mirar, ahora con los ojos muy abiertos. Le sonrío.
La empujo, alejándola de la entrada. Me llevo un dedo a los labios, sin perder la sonrisa. Ella me mira aterrorizada con el pelo por delante de la cara, pero me hace caso, no emite ningún sonido. Creo que esta es la escena más bonita del universo. Le tapo la boca con una mano mientras saco el cuchillo. "Shhhhhh"
Se le escapa un quejido mientras la sangre me salpica. No hace falta hacer algo excesivamente sangriento, no hacen falta más golpes. Presiono más, mientras la vida huye de su mirada, la luz de sus ojos se apaga, dejando paso a un vacío negruzco precioso. La dejo suavemente en el suelo, y le aparto el pelo de la cara.
Con una sonrisa en la cara me levanto, y me doy la vuelta, frotando un poco las manchas de sangre de mi chaqueta. Y ahí, quieta en mitad de la puerta, una vieja me mira con cara de estar viendo a Satanás.
Mierda.
Esto no estaba planeado.

lunes, 16 de enero de 2012

Ghoul

Soy un psicópata, soy el demonio. Me escondo en los rincones oscuros de mi propia habitación. Es mi manera de escabullirme, es una especie de maldición, escondido en un ataúd esperando a que llegue el apocalipsis. Es mi lugar para no mandar, no hablar, no correr, no ver, no preocuparme por nada. Es mi lobo, escondido en un ataúd. Me casaría con él. Es mi agua, es mi capucha negra. Me encanta el lobo.

Si esto es lo último que vas a oír, está bien que sea yo el que te lo diga.

Soy un psicópata, soy un idiota. Encontré un monstruo en mí cuando perdí la calma y la cuenta de las palabras que casi estaba vomitando. Vive dentro de mi, come lo que cae en su trampa. Se oculta entre estatuas de cera de mí mismo en una sala con las ventanas tintadas durante el día. Quiero pasar más tiempo con él. Creo que estoy perdiendo la cabeza. O quizá lo haya encontrado y lo estoy usando. Sin remordimientos, siempre ha sido él. Incluso cuando son mis manos las que rezuman sangre y mis ojos una especie de mezcla entre asco, compasión y venganza.

Si esto es lo último que voy a decir, ¿por qué debería decírtelo a ti?

Me asomo a la ventana. Miro hacia abajo. Estoy tan alto que me mataría de la caída. Miro hacia dentro.

"¿Que tal hace fuera, Lobo?"

"Siempre hace bueno en el infierno"