domingo, 21 de agosto de 2011

La nuit du chasseur

Resumiendo, soy como una mirada triste, una sonrisa mordida y un Chester a medio fumar, sentado esperando y permanentemente acojonado por miedo a cagarla otra vez.
Y tu eres la que entra, se pide un tequila, sonríe desde el final de la barra, arranca una fotografía de la pared y la mira con nostalgia mientras desgarra el limón. Luego se levanta, baila en medio de la pista con la mirada clavada en mi como quien se sienta frente al portátil y se descarga una peli indie, y no tiene nada mejor que hacer que ir contando la velocidad de la descarga mientras escucha Beirut y lo tararea en silencio.
Yo sigo sin moverme, consumiéndome a la misma velocidad que la cajetilla y esquivando la mirada acusadora del camarero, dedicándote miradas por el rabillo del ojo que espero que no veas. ¡Ja! Y la pista vacía, petada de gente que nunca ha importado.
Poco a poco te has ido acercando, como sin querer, como si todos fuéramos casualidad y mecidos por el capricho. El contacto visual ya es directo, irrompible como la noche y frágil como un cuarto de luna, salvaje, precioso. Me tienes.
Puedo describir todo lo que has hecho desde que entraste por la puerta con una precisión milimétrica ¿Y la presa soy yo? Una mirada triste, una sonrisa mordida y un filtro aún caliente.
Esta noche te voy a amar como nunca lo han hecho.

viernes, 19 de agosto de 2011

I confess

Me declaro culpable. De todo.
Asumo la culpa de todos los males que han sucedido a mi alrededor y que yo haya podido cometer. Me marché pronto el fin de semana pasado, no cogí tus llamadas, me fui directo a emborracharme al bar más cercano. Soy el responsable de los últimos veinte atracos a todas las joyerías de la ciudad. Necesitaba el dinero para alcohol y coca. Insulté a mis padres y rompí las tablas de la ley. Yo construí el becerro de oro. Maté a Kennedy, a Lennon, a Lincoln. Yo le di el primer porro a Kurt Cobain y a Amy. Provoqué fuga de Chernobyl y ayudé a Manson a que se le fuera la puta cabeza. Convencí a Hitler para que se dejara bigote y luego me reí de él. Yo empecé la guerra de los siete años, bombardeé el Partenón, robé la Gioconda y le hice ver a Robespierre que el rey tenía la cabeza demasiado pegada a los hombros como para serle fiel al pueblo. Crucifiqué a Cristo.
Lo confieso. Pero no me acuses de que no te quiero.

jueves, 18 de agosto de 2011

SuperSharp

Todas las alternativas que tienes se reducen a dos. Y en alguna parte dentro de tu cabeza hay una vocecita que no para de pensar por ti.
La vida es demasiado tiempo. Es como todo. Al principio te hace gracia, porque encuentras divertidas las más increíbles tonterías que haya, pero terminas cansado, lloras un poco, ríes mucho como en una noche de drogas y cuando te quieres dar cuenta te encuentras con que tienes cosas que merece la pena conservar. Tienes la cabeza en el suelo, los pies en el cielo y el resto del cuerpo en algún sitio raro y lleno de mierda que no sabes como ha llegado allí pero sientes que te encanta.
La vida es demasiado tiempo. La muerte demasiado fría.
Pero es el resto lo que pone la chispa que hace que todo arda. ¿No? Bebe y cállate, fuma, ríete cuando alguien se resbala y drógate mucho. No recuerdes nada que merezca la pena ser recordado. Y arde, arde como si fueras un puto cóktel molotov que vuela disparado hacia el parlamento, como si no quedara noche y el día no se fuera a despertar la mañana siguiente.
Y que se joda lo que sea que intente apagarte. La gente está hecha para saltar por los aires con música retumbando en el cerebro y alcohol vibrando en sus venas. La gente está hecha para aguantar la resaca, el mareo, la tos, el cáncer, las explosiones y el sonido de las balas, el olor a sangre, a bilis, a vómito de puro vodka y sobre todo, el sentimiento de culpa.
Todas las alternativas que tienes se reducen a dos:
Mátale.