miércoles, 9 de junio de 2010

Princesa(s)

Bella, no eres consciente de lo preciosa que eres, de hasta que punto acertaron con tu nombre. No sé si es que ya se veía venir o simplemente fue un deseo que se cumplió con creces. Eres tan hermosa que eres la envidia de cualquier otra, eres el objeto de admiración de cualquier otro. Y creo que me puedo incluir en la tu lista de fans. Me encantaría incluirme en tu lista de hombres que fueron más que simples extraños en tu camino. Aún sin mediar palabra has conseguido llegar al alma de una bestia que lo único que puede hacer es contemplarte desde detrás de la cortina de humo de los millones de cigarros que tendré que fumar y las millones de cervezas que tendré que beber antes de atreverme a dirigirte la palabra.
Cenicienta, déjame que esta noche te lleve al baile, aunque apenas te conozca y no sepas mi nombre. Sólo acompáñame, quiero ser el pardillo que te persiga con un zapato de cristal en la mano. Y aunque no seas la princesa que aparentas, déjame romper en mil añicos el zapato y quedarme contigo, para siempre, aunque sea en una casa de madera. Y no huyas descalza, olvídate de que a las doce se rompe el hechizo, y despiértate conmigo mañana.
Ariel, no te alejes para siempre de mí sumergiéndote en un mar tan profundo que... que no se como llegar hasta a ti. Un mar que significa toda la vida que me va a tocar esperarte, sentado en la playa esperando a que suba la marea y me borre para siempre, como las huellas que dejamos en la orilla. Cada puesta de sol que pasa sólo me recuerda al brillo de tus ojos, y a ese momento en el que decidiste que un amor de playa no puede ser más que un amor de playa, y te alejaste de mi sumergiéndote en un mar tan profundo que... tan profundo que asusta.
Blancanieves, quisiera haberte pedido que no te fueras a dormir aún, pero no sabía que el mañana no existía, que sólo era esta noche, y nada más. No se dar esos besos mágicos que despiertan de sueños eternos, aunque me pasaría toda la vida intentándolo, acariciando tus labios rojos, como el sol de la tarde. Sólo se arrodillarme junto a ti y mirarte. Mil horas de sueño no serian suficientes como para contemplar toda tu belleza, y añorarte despierta, junto a mi.
Princesa, preciosa, gracias por dejarme llevarte al baile aunque después te alejaras de mí, poniendo todo el mar de por medio. Quisiera saber despertarte, y hacerte volver. Todas las otras princesas son maravillosas, sabes que todas esas princesas eres tú.

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