Una vez te vi en un sueño, colgando del televisor como si fueras una estatuilla de la virgen con un Call TV de fondo. Me dijiste lo maravilloso que era, y lo imbécil también. Sacaste en un segundo todos los años que me quedan, y me los anudaste en la lengua. Me recordaste cinco besos, una bofetada y tus mechones rubios. Yo me quedé con los ojos brillantes y embobado como si acabara de ver un alien. Luego me contaste toda tu vida en un gemido, me regalaste una sonrisa y desapareciste en el resplandor de la pantalla.
Pero me olvidé.
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