viernes, 5 de noviembre de 2010

I like birds

Los pájaros. Ahí esta el secreto.
Salto por la ventana esperando encontrarte en el aire pero sólo me recoge el sorprendentemente blando asfalto, o eso es lo que me parece. Los médicos dicen que en un par de meses no me podré mover con normalidad. No me importa, no es algo que suela hacer. Tres semanas después, el contador de intentos de suicidio de mi historial clínico se multiplica, y cada semana cae uno nuevo. Pasan los meses, soy declarado suicida reincidente y un sello rojo sobre un papel con mis datos dice ''alto riesgo'', como si eso fuera algo malo. Me he fugado de tres centros diferentes, varias veces. Uno de ellos de "alta seguridad". Es sorprendente lo poco que hace falta hoy en día para que se exageren las cualidades de alguien o algo.
Descargas, cortes, pastillas y somnolencia, suelo, luces, coches, gas, sangre, huesos rotos, ojeras, insomnio, sobredosis, electricidad, aire, altura, ventanas, golpes, cristales, dientes... Nada es suficiente.
Ha pasado un año desde el primer salto. Ahora estoy embutido en una camisa de fuerza en la consulta de un psicólogo. He decidido no hablarle, porque no me gusta la colonia que usa. O por lo menos la cantidad. Él se desespera mirando por la ventana y tratando de aparentar calma. Me mira, y luego mira fuera. Yo sólo sonrío. Llevamos así dos horas.
Todo sucede con una velocidad inusitada, digna de un récord guinness. Me da la risa. Me retuerzo porque no puedo parar, y el psicólogo me mira espantado. No sabe que hacer, o que estoy haciendo yo. De repente, me callo y me levanto, y miro por la ventana. Ahí están los pájaros. Ella anda cerca. Entonces una piedra entra por la ventana, y me abre la cabeza. Otra cicatriz, la primera en la frente. Y el pobre loquero que ahora vive en la celda que hay al lado de la mía. Hablo con él en sueños y le explico la belleza del vuelo de los pájaros. Pero el no lo entiende, y se suicida una y otra vez. Es tan repetitivo que me recuerda a mi vida. Estoy harto de estar aquí. Cierro los ojos.
Abro los ojos. Estoy fuera. Llueve. Hay cristales rotos a mi alrededor, sangre tiñendo los charcos, los brazos de la camisa de fuerza cuelgan hasta el suelo. Es de noche, pero hay luces por todas partes. Estoy empapado. Y entonces pasa un pájaro blanco volando. La primera vez que le conté a mi abuela que soñaba con eso, me dijo que era el espíritu santo. ¿Qué coño de espíritu santo? Ahora llega ella, por fin, y me besa. Cierro los ojos. Se acabó. Sonrío.
Los pájaros.

No hay comentarios:

Publicar un comentario