miércoles, 3 de noviembre de 2010

and smile

Salgo por la puerta. Un pasillo, lleno de gente, sus voces me aturden, por la cabeza solo me pasan las palabras “insustancial” y “aglomeración”, y la imagen de dos dedos levantados en señal, creo, que de desaprobación. Tengo los ojos medio cerrados, la mente semi-vacía, el corazón palpitando a un ritmo extenuante y las suelas de las zapatillas desgastadas de andar puliendo el suelo. Golpes, empujones, risas, fragmentos de conversaciones triviales y estúpidas, chasquidos de dedos, respiraciones pesadas, melenas de pijas insoportables volando impulsadas por sus cuidadas y sobrehidratadas manos, chistes, miradas cruzadas, genios de la informática que apestan porque lavarse no se hace on-line, escaleras...
Escaleras que no veo por ir con la cabeza en las nubes y apunto estoy de caerme. Maravilloso. “Agárrate al pasamanos, subnormal” pienso, y espero no haberlo dicho en voz alta. Aunque nadie me habría oído con este agobio. Tengo que salir de aquí. Es horrible.
Calle, por fin. El sol, frío, pero el sol al fin y al cabo. Menos es nada. Corre el viento, llevo toda la mañana soñando con él. A ver si con suerte me lleva volando a otro sitio, a otro sitio lejos de aquí. Voy a decírselo a alguien. Alargo la mano y agarro el primer brazo que veo. Era una chica que se estaba echando hacia atrás el pelo. Me quedo trabado.
No, no creo que sea buena idea parar a alguien y decirle esa gilipollez. “Invéntate algo, corre, estúpido”.
...
-¿Quieres tomar un café, o una horchata, o algo?
-¿Una horchata?
-Si no tienes nada mejor que...
-Vale.- Me sonríe. Tiene una sonrisa preciosa.

Y así, chicos, es como conocí a vuestra madre.

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