sábado, 4 de febrero de 2012

In a love frame

La llevé a mi rincón favorito de la ciudad, apagada y nocturna. Allí la besé, sin prisa, suavemente bajo la luz amarilla de una lámpara de mesilla de noche. Después me retiré poco a poco, como si fuera a cámara lenta, mirando directamente sus ojos y haciendo ver que veía incluso más allá de lo posible, sonriendo como un capullo. Ella me sonreía, como si estuviera de verdad enamorada y no acabáramos de conocernos, como si yo fuera algo más que un Casanova de garrafón y ella una princesa de bar de copas. Como si fuéramos alguien. Prolongué la mirada hasta que el silencio alcanzó ese punto en el que pasa de ser bonito y romántico a incómodo. Después, mientras alargaba la mano hacia el interruptor le dije, susurrando:
- Espero que no te importe, pero voy a apagar la luz.
- ¿Para qué?- Preguntó sonriendo tímidamente, como si de verdad quisiera preguntarlo.
- Quiero ver si brillas en la oscuridad.
Nos quedamos en la penumbra, sintiendo nuestras siluetas lo suficientemente cerca como para arder.
- ¿Qué? -Preguntó otra vez con voz acaremelada.- ¿Brillo?
Ella no lo vio, pero volví a sonreír como un capullo, y antes de abalanzarme sobre ella contesté:
- No.
Debería de tener un doctorado en cargarme momentos románticos.

1 comentario:

  1. Hay chicas que no entienden de primeras noches.
    Genial, oye.

    Pd: Las cicatrices pueden ser lo que tú quieras que sean.

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