domingo, 29 de enero de 2012

Symphony of dead poetry

Tan cruel, rápido e implacable como un disparo en la cabeza.
Miles de luces brillando a mi alrededor, cegándome, como si el puto universo estuviera implosionando, como si hubiera metido la cabeza en un tarro lleno de luciérnagas. Sonidos que sería incapaz de describir sobrio, más fuerte que una explosión nuclear y más relajante que el sonido de un violín. Vibrante, jodidamente increíble. No puedo más. No, no, no es un violín, es una orquesta, un montón de sensaciones al unísono que hacen que mi cerebro colapse, tiemble, se estremezca. El resto del cuerpo tiene poco más que decir, porque con ese barullo melódico de diez mil cosas en la cabeza es imposible ser consciente de nada más. Al menos, yo no puedo.
Estoy maravillado, a pesar de hacer esfuerzos sobrehumanos para ignorar el dolor. Inspira, espira, tensa relaja... Ni para eso hay tiempo, feroz como un tigre a cámara lenta, pero tan rápido que ni siquiera alcanzo a comprender lo que está pasando. Pero es exactamente lo que parece.
Un disparo en la cabeza.

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