sábado, 28 de mayo de 2011

Last fire

-Y tú, ¿Cómo te llamas?
-Jess.
-¿Y te funciona, Jess?
-¿Perdón?
-Que si fumar te quita los problemas.
-Supongo que por un momento, si.
El tipo se rió. Le dió una larga calada a su cigarro, como si le fuera la vida en ello, como si lo estuviera besando, como si fuera lo único con lo que aferrarse al mundo.
-¿Y usted?
-Por Dios, no tengo tantos años. Háblame normal, joder. ¿Cuantos me echas?
-Unos treinta.
-Bah, pero es por la barba. Hay un momento en el que mola, pero después afeitarte a diario es un coñazo.
-¿Y cuántos tienes?
-Hoy, quince. Normalmente treinta y uno.- Jess le miró con aire desconcertado.- ¿Que te pasa?
-No, pensé que tendrías menos, por lo que habías dicho.
-¿Y tu? ¿Doce?
-Dieciocho.
-Entonces ya has vivido casi todo lo que te marcará de por vida sin saberlo. Tienes edad para fumar.
Se quedaron en silencio, fumando a la puerta de aquel bar. Después, el chico rompió el silencio.
-¿Y por que fuma?
-¿Quién?
-Eh... usted. Perdón... tú.
-¿Y por qué no?- Jess titubeó un momento.
-Porque... porque mata, supongo.
-¿Me estas diciendo que si no fumo no me voy a morir?
-No... pero... antes.
-¿Y? Cuando era como tu no quería envejecer. Ahora creo que está bien, hasta cierto punto.
-Pues deja de fumar.
Le dio una calada a su cigarro.
-No. Aunque puede que mañana. Y esto es la primera vez que lo digo o lo pienso.
-¿Y porque mañana?
-Porque, querido Jess, mi mujer me acaba de informar de que voy a ser padre.- Mientras lo decía puso una mueca de disgusto. Después se le escapó una sonrisa. El chico le correspondió con otra.
-Ojalá un día encuentre a esa mujer de mi vida.
-Eso no existe.- Dijo el hombre sin perder la sonrisa.- Lo más probable es que siempre hayas sabido quién es. Pero nunca te atreverás a reconocerlo. Vendrán una, y otra, y otra. Y una de ellas será tan impresionante que decidirás que es ella, y que vale la pena perder la vida. Pero llegará la mañana de resaca y, con un dolor de cabeza horrible y el estómago como si te hubieran estado disparando toda la noche, te darás cuenta de que así no eres feliz. Y cuando te gires, la que siempre has sabido, la “ella” de verdad, se habrá ido. Entonces estarás jodido.
-¿Y si no hay “ella”?
-Siempre hay ella.
El hombre terminó su cigarro y lo tiró lejos. Se puso en pie y fue a entrar en el local. Mientras empujó la puerta se giró hacia Jess y le dijo un número de teléfono. Después añadió:
-He visto que tienes una mochila enorme ahí dentro como para que sean tus libros del cole. Si necesitas un sitio para dormir llámame y ven a mi casa.
-Gracias.
-No me gustan los vagabundos de preescolar.
Jess se mordió la sonrisa, como siempre. Cuando seguramente ya ni le oiría, llamó:
-¿Como había dicho que se llamaba?.- El hombre volvió a asomar su cabeza por la puerta, sonriendo.
-¿Quién?
-Perdón. Tú.
-Deja de pedir perdón. Si te arrepientes tanto es que tienes que empezar a hacer algo bien.- Se acercó a él y se sentó de nuevo, sacando otro cigarro.- Es el último. De verdad.
-¿Y como te llamas?
-Adam.

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